sábado, 15 de agosto de 2009

Espantapájaros - Espantatontos - Tantos

Estaba en cuclillas, sobre un montículo de tierra, leyendo el Espantapájaros y escuchando el ririrooriiirroorumm de la ruta. La luz de mi asiento estaba encendida y lo sostenía como podía (lo ladeaba hacia la ventanilla, hacia arriba, hacia abajo, hacia el hombro izquierdo, hacia el codo de mi acompañante). El colectivo estaba a oscuras y silencioso, desde el asiento 14 hasta el fondo. El pasajero del 8 roncaba como un paquidermo y dormía a pata suelta. No pude contener la risa. Comenzó desde los pies, se instaló en el plexo solar, irrumpió en el chakra laríngeo y se transformó en carcajada. Llegando al 4º párrafo, el rinoceronte del 18 me chistó shhhhhh. Me tragué la risa, pero seguí riendo por dentro. Reían mis tripas, mis omóplatos, mis patas de gallo, mis uñas, mi epidermis, mi esófago, mis riñones, mis tímpanos, mis pupilas, el cuero cabelludo, mis nalgas, mis pechos, mis maxilares, mis lunares. Mi cuerpo entero reía del Espantapájaros.
A medianoche, mastiqué los últimos restos de risa, apagué la luz y me abracé a Girondo.

Que los ruidos te perforen los dientes,como una lima de dentista,y la memoria se te llene de herrumbre,de olores descompuestos y de palabras rotas.Que te crezca, en cada uno de los poros,una pata de araña;que sólo puedas alimentarte de barajas usadas y que el sueño te reduzca, como una aplanadora,al espesor de tu retrato.Que al salir a la calle,hasta los faroles te corran a patadas;que un fanatismo irresistible te obligue a prosternarte ante los tachos de basura y que todos los habitantes de la ciudad te confundan con un meadero.Que cuando quieras decir: "Mi amor",digas: "Pescado frito";que tus manos intenten estrangularte a cada rato,y que en vez de tirar el cigarrillo,seas tú el que te arrojes en las salivaderas.Que tu mujer te engañe hasta con los buzones;que al acostarse junto a ti,se metamorfosee en sanguijuela,y que después de parir un cuervo,alumbre una llave inglesa.Que tu familia se divierta en deformarte el esqueleto,para que los espejos, al mirarte,se suiciden de repugnancia;que tu único entretenimiento consista en instalarte en la sala de espera de los dentistas,disfrazado de cocodrilo,y que te enamores, tan locamente,de una caja de hierro,que no puedas dejar, ni por un solo instante,de lamerle la cerradura. (Oliverio Girondo. Espantapájaros (Al alcance de todos). Buenos Aires: Losada,2008)

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